Las estrategias de intervención por medio de la metacognición y autorregulación (a veces llamadas estrategias para ‘aprender a aprender’) apuntan a que los estudiantes piensen más explícitamente acerca de su propio aprendizaje. Esto, habitualmente se hace enseñando a los estudiantes estrategias específicas para que se fijen metas, monitoreen y evalúen su desempeño académico. Autorregulación significa que manejarán su propia motivación hacia el aprendizaje. La intención es, a menudo, dar a los estudiantes un repertorio de estrategias que puedan elegir durante sus actividades de aprendizaje.
Desde una perspectiva constructivista y sociocultural, enfocada al proceso de obtención de aprendizajes profundos, el psicólogo estadounidense John Flavell, definió la metacognición como el conocimiento que uno tiene acerca de los propios procesos y productos cognitivos o cualquier otro asunto relacionado con ellos, por ejemplo, las propiedades de la información relevantes para el aprendizaje.
La metacognición hace referencia, entre otras cosas, a la supervisión activa, y consecuente regulación y organización de estos procesos, en relación con los objetos o datos cognitivos sobre los que actúan para alcanzar alguna meta u objetivo concreto.
Esta definición se vincula con la propuesta de Carretero (2001), quien plantea que la metacognición se refiere a:
El conocimiento que las personas construyen respecto del propio funcionamiento cognitivo.
Las operaciones cognitivas relacionadas con la supervisión y regulación sobre la propia actividad.
Construir conocimiento
Pensar de manera consciente y orientar ese pensamiento a la consecución de la autonomía de pensamiento, es fortalecer los aprendizajes de nuestros estudiantes.
Poner foco en torno al desarrollo de la metacognición, para obtener una mejora en los procesos de nuestros alumnos, es fundamental para saber qué se quiere conseguir y, en consecuencia, saber cómo se consigue, prestando especial atención al desarrollo de estrategias adecuadas y eficaces de aprendizaje.
La metacognición, sea como hábito mental (Marzano) o como forma de pensamiento (Swartz y Perkins), supone el uso reflexivo de diferentes tipos de pensamiento en nuestras didácticas y estrategias en el aula.
Cada estudiante aprende de manera distinta. Para potenciar su aprendizaje profundo y su desarrollo intelectual, es preciso dedicar tiempo a los procesos reflexivos. Los beneficios en términos de concienciación de los estudiantes y el aumento de control sobre su propio pensamiento y aprendizaje realmente hacen que esta inversión de tiempo merezca la pena.
¿Por qué es importante la metacognición?
Las estrategias de intervención con metacognición y autorregulación tienen consistentemente altos niveles de impacto. La evidencia indica que enseñar estas estrategias puede ser especialmente eficiente para estudiantes de bajo rendimiento académico y estudiantes mayores. Enseñar estas estrategias en grupos colaborativos es habitualmente más efectivo ya que pueden apoyarse mutuamente y hacer explícitas sus ideas por medio del diálogo.
Existe investigación realizada en América Latina que muestra un claro efecto positivo entre las estrategias metacognitivas y los resultados en matemáticas y lectura. Estos resultados sugieren que cuando se utilizan estrategias de metacognición y autorregulación hay mayores posibilidades de mejorar los resultados de aprendizaje.
Es importante resaltar además que existe una relación positiva entre estrategias metacognitivas y resultados específicos en la escritura y la comprensión lectora. También parecen haber efectos positivos más amplios al implementar este tipo de enfoques, ya que cuando se evidencia una mejora en una habilidad (por ejemplo, la escritura), puede haber efectos positivos relacionados en otra habilidad (por ejemplo, la lectura).
Desde una perspectiva cualitativa, la investigación de metacognición en América Latina sugiere que cuando los estudiantes desarrollan estas habilidades, tienden a mejorar el nivel de confianza en sí mismos. Esto parece estar relacionado, por ejemplo, con logros y experiencias de aprendizaje profundo en materias como ciencia.
La escalera de la metacognición
Robert Swartz y David Perkins, investigadores estadounidenses que se han especializado en el desarrollo del aprendizaje profundo, han planteado La escalera de la metacognición, categorización que aporta una reveladora reflexión sobre los diferentes grados de metacognición:
El primer peldaño es la forma espontánea en que los seres humanos nos desenvolvemos, en la que actuamos sin hacer una selección conciente de los tipos de pensamiento que utilizamos, y damos por descontado que aprendemos optimizando nuestras habilidades de pensamiento según decisiones inconcientes que tomamos ante desafíos específicos en nuestro contexto de acción.
Muchos esfuerzos para desarrollar las habilidades de pensamiento en los estudiantes prestan cierta atención a la metacognición, pero a menudo se detienen en el segundo peldaño y se limita la metacognición a una simple cuestión de categorización y etiquetado. A veces incluso se llega al tercer peldaño, haciendo hincapié en la toma de decisiones y en el uso cuidadoso de los organizadores de pensamiento.
Pocas veces la enseñanza se centra en el peldaño superior de la metacognición para animar a los estudiantes a pensar sobre su propio proceso de pensamiento de forma crítica y en diferentes contextos, a dimensionarlo y a rediseñarlo.
El desafío principal que te proponemos es llevar a los estudiantes hasta el peldaño superior en la enseñanza de la metacognición, que supone el uso reflexivo de diferentes tipos de pensamiento. Para alcanzar esto es fundamental hacer consciente en la práctica docente y en el espacio concreto del aula, el uso de La escalera de la metacognición. Existen innumerables ejemplos para trabajar la metacognición, desarrollar debates, diálogos, resúmenes, entre otras actividades. Para completar la escalera, puedes compartir con tus estudiantes el siguiente listado que te permitirá reconocer prácticas metacognitivas:
REFLEXIÓN: Somos conscientes de nuestro propio proceso de aprendizaje. Es decir, podemos observarlo y analizarlo desde fuera. Nos damos cuenta de los procesos mentales que utilizamos cada momento. Reflexionamos sobre la forma en la que aprendemos.
PLANIFICACIÓN: Antes de realizar cierta actividad, nos planificamos preguntándonos cuál es el objetivo, qué estrategias vamos a usar, y cuáles de ellas hemos hecho en el pasado que puedan servirnos.
SELECCIÓN: Controlamos el uso de las estrategias de aprendizaje más adecuadas en cada caso. Sabemos qué estrategia utilizar y si es apropiada para la actividad que va a realizarse. Por ejemplo: “si escribo en un papel los conceptos claves de este texto, los memorizaré mejor”. O bien, “quizás comprenderé más fácilmente el tema si primero hago una lectura rápida de todo”.
ATENCIÓN: Mantenemos la motivación durante un periodo prolongado de tiempo hasta finalizar la tarea. Somos conscientes de aquellas cosas internas o externas que nos distraen y nos esforzamos por ignorarlas y cumplir los objetivos.
CONCIENCIA: Somos conscientes de nuestros puntos débiles y fuertes en cuanto al plano cognitivo. Por ejemplo: “tengo problemas para recordar las fechas, aunque tengo muy buena memoria para recordar imágenes y otros elementos visuales”. Reconocemos si cierta tarea va a resultar compleja de entender.
OBSERVACIÓN: Nos percatamos de que cierta estrategia no está siendo exitosa e intentamos llevar a cabo otra diferente. También puede ocurrir que nos demos cuenta de que hay otra estrategia mejor o más cómoda y eficiente.
EVALUACIÓN: Nos preguntamos sobre el proceso de la tarea que hemos completado. Si podríamos haber usado otra estrategia o si el resultado ha sido el esperado.